martes, 28 de febrero de 2012

Directivo que no castiga faltas, las estimula


Siempre me he preguntado sobre la postura que debemos tomar los directivos y empresarios, respecto a la relación con nuestros empleados o personas a cargo, en mi experiencia profesional llevo mas de 7 años a cargo de personas, ya sea como gerente, directiva o encargada de departamento, ahora como empresaria mi experiencia previa me ha permitido manejar esta situación las personas que están a mi cargo en este momento primero no son Colombianos y algunos me doblan en edad y en experiencia. Pero eso no ha permitido dar mi brazo a torcer y siempre respetar a mi empresa y poder los valores de la organización y la satisfacción de mis clientes, mi herramienta corregir a mis empleados cuando ocurre un error, he despedido a algunos es verdad, pero las personas con las que trabajo en este momento son responsables y se que proyectan a nuestros clientes la filosofia de nuestra empresa.

Sin mas pre ambulos comparto con ustedes este interesante articulo en Portafolio. "Cuando no hay correctivos se entra en la dolorosa espiral del mal comportamiento estimulado".
Es usted un directivo que funciona como estufas que no queman?  Un directivo que ignora los comportamientos de su gente genera una cascada de efectos indeseables, empezando por el peor mensaje de todos: “¡Hagas lo que hagas, nada sucederá!”. Eso aplica para premiar conductas meritorias o sancionar actuaciones reprochables, pues de ambos derivan ejemplos para otras personas respecto de lo que se quiere promover o desestimular.
Si bien el poder es la capacidad para influir en el comportamiento ajeno a través de incentivos externos (por ejemplo, premios y castigos), la autoridad es el reconocimiento de confianza de los demás en las buenas capacidades e intenciones de quien lo ostenta.
El poder por sí mismo no genera autoridad, pero sí contribuye a perderla si se usa mal: de forma arbitraria, inútil o, más frecuentemente, cuando debiendo usarlo (por ejemplo, para corregir malas conductas) no se lo hace.
No olvide preguntarse: ¿Qué mensaje quiero enviar? ¿Qué precedente estoy sentando con mi decisión? Y aun cuando decida no hacer nada, recuerde que también ahí comunica algo. Por eso, debe cuidar el uso de las vías formales e informales para educar, con lo que hace o deja de hacer, pues sus colaboradores esperan justicia.
Así mismo, se espera sabiduría de quien tiene poder. ¿O qué sucede cuando un padre omite corregir a sus hijos? Eso mismo sucede con la cultura de las empresas. Tanto, que Douglas McGregor recomendaba la Regla de la Estufa Caliente para estos casos (llamada así por el símil con el niño a quien se advirtió no tocar la estufa caliente):
1. Advertencia previa: “Si tocas la estufa, te quemarás; y entre más cerca estés, el calor te advertirá lo cerca que estás de que suceda”. La persona sabe y ha sido advertida de que la acción no debe realizarse, a menos que quiera enfrentar las consecuencias negativas de infringir la norma.
Cada vez que alguien esté a punto de cometer una falla definitiva, debe ser consciente de que el castigo no se hará esperar.
2. Oportunidad / Inmediatez: “Si tocas una estufa, inmediatamente sobrevendrá una quemadura”. No tienen sentido las normas que no producen consecuencias, las cuales deben producirse en el muy corto plazo, no cuando se ha olvidado qué se corrige.
3. Consistencia y proporcionalidad del castigo: “La gravedad de la quemadura será resultado de la forma en que se haya tocado la estufa”. No toda infracción es igual en grado ni en impacto, por lo que la sanción debe ser proporcional a la falta. A veces el ejemplo y mensaje de una mala acción es tan negativo, que el castigo ejemplar obliga a considerar también el mensaje para quienes pretendan repetirla. 
4. Castigo impersonal: “Toda persona que toque la estufa se quemará, independientemente de quién se trate”. Las sanciones no miran a la persona, sino la falta. Así que no debe haber favoritismos a la hora de cumplir con lo que es norma.  ¿Tiene dudas de que omitir las sanciones debidas genera perversos efectos sociales? 
La presidenta de Transparencia Internacional -según Portafolio- decía que “la visibilidad de casos como el ‘carrusel de la contratación’, la corrupción del sector salud, el despilfarro de regalías y la malversación de recursos para los damnificados de la ola invernal impactan negativamente la percepción de la ciudadanía”, pues 94 por ciento considera grave el problema de corrupción. Por eso “los líderes deben prestar atención a las peticiones de un mejor gobierno”.
Pero, ¿basta con descubrir quiénes son los corruptos y exponerlos en público? ¿O se debe sancionar de manera ejemplificante a sus autores, empezando por los más emblemáticos?  Decía Caracol Radio hace poco que la “familia Dávila Jimeno pagaría menos de tres años de prisión por escándalo de AIS”.
Luego,  EL TIEMPO  publicó que “lograron esos beneficios aceptando los cargos de falsedad en documento y peculado por apropiación y devolviendo en tiempo récord el dinero de los subsidios ($2.415 millones de pesos) que habían recibido irregularmente”. Serán sentenciados a 22 meses de prisión, eso sí, excarcelables.
¿Se gana más con dar cárcel a la exreina Valerie Domínguez y al ex ministro Arias que a ellos? Ya un juez se quejó de los escandalosos preacuerdos de la Fiscalía en casos diversos, pues parecen asumir que el caso más ejemplificante y socialmente relevante es el de la exreina y no el de los empresarios de AIS ni del ‘carrusel’.

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